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lunes, 30 de enero de 2012

#libros


Hay #libros, muchos #libros y nunca demasiados.
Hay #libros tan cargados de razón que se llaman a sí mimos #libros de texto, como si los demás no lo fueran o lo fueran menos.
Hay #libros tan bien educados que detestan que los señalen con el índice y #libros aburridos que quedaron en el estante, inclinados e inmóviles, asesinados, atravesados para siempre por un punto de lectura.
Hay #libros tan tímidos que, frotando levemente sus primeras páginas, consiguen borrar su ISBN y despistar a los libreros, burlar a internautas y contables, evitar ser tocados, ser leídos, tenidos en cuenta, inventariados. Hay #libros así, casi por completo libres.
Hay #libros que fueron torturados, secuestrados por su narrador omnisciente, #libros a los que nunca se les permitió hablar en primera persona.
Hay #libros con tantas erratas que perdieron la Fe en su Editor.
Hay libros ya viejos, avergonzados por sucesivas ediciones de cada vez peor calidad, #libros que se recuerdan tan elegantes, vestidos de tapa dura y con fajas llenas de críticas benevolentes y cifras de ventas.
Hay #libros tan sesudos que sólo deberían leerse con la suficiente presbicia y #libros pesadísimos que no aligeran por más fajas que les pongan sus libreros.
Hay demasiados #libros revelados y pocos que ayuden a rebelarse.
Hay, por supuesto, #libros de instrucciones que nunca enseñaron nada y #libros de invitados que nunca lo fueron.
Hay #libros falsos de tan premeditados.
Hay #libros electrónicos muy impresionables.
Hay esos #libros antiguos, los grandes clásicos, #libros que mienten tan bien que parece mentira, #libros que mienten como bellacos.
Hay #libros queridos, abandonados en las manos de amigos aprovechados.
Hay #libros perdidos, robados, cambiados, hay #libros que apenas quieren ser más que vehículos de las dedicatorias de sus autores y #libros con la primera página arrancada, donde antes hubo una firma, un deseo, un abrazo.
Hay #libros forrados, disimulados, que avergüenzan a sus lectores, tan atrapados.
Hay #libros desde donde olvidar la lluvia que cae incesante e inoportuna.
Hay #libros donde quedarse a vivir y #libros que debemos dejar a medias, o incluso antes.
Hay #libros de viajes que nunca haremos (los mejores que nunca hicimos).
Hay, por fin, #libros desventurados, grandes libros olvidados.
Algo habrán hecho, tantos #libros, tantas veces, para merecernos o para que los merezcamos.

lunes, 23 de enero de 2012

EN LA JURISDICCION DE LA SOLEDAD


En la jurisdicción de la soledad
caemos en la cuenta, sabemos,
que sólo somos aquello
que somos
cuando estamos solos.

En la jurisdicción de la soledad
algunos demonios esperan,
agazapados,
engarzando en silencio las piezas
de los relojes que nos descuentan
de los miedos que nos desmienten
según las reglas estrictas
de su particular y helado infierno.

Con su piel húmeda y fría,
(piel del sudor de las pesadillas),
advierten mejor los presagios,
retrasan la madrugada;
sopesan, miden y estiman
en muy poco (en casi nada)
nuestros deseos, los desencuentros;
se alimentan de la ceniza,
que vamos dejando a nuestro paso.

En la jurisdicción de la soledad
la ley es lo contrario de la justicia,
tú has puesto el crimen,
has advertido con la amenaza,
has decidido el rescate,
te conviertes en el arqueólogo de tus malos ratos,
ejerces de experto cirujano
de tus males, de las recaídas,
haces de taxidermista
en el museo de tus errores.

Repasas el catálogo
de las afrentas, de los desatinos,
de las malas palabras,
de las frases huecas que estallaron
con toda su metralla.
Te recuerdas bien, disparando
(y no entiendes nada).

En la jurisdicción de la soledad
ves (ya) menos claro,
andas (aún) menos erguido,
el miedo te ha agarrado por el cuello,
te dicta las estrofas torcidas del poema,
te susurra al oído el sonido
del aire oscuro con que rellena, diligente,
el vacío.

En la jurisdicción de la soledad
los demonios sonríen,
son pacientes:
tienen todo tu tiempo,
todo el tiempo del mundo,
y juegan a las siete y media
con tu destino.

miércoles, 18 de enero de 2012

AUSENTE DE INDICATIVO


Perplejo, boquiabierto,
levemente estólido,
deunapieza,
vagamente ausente
de indicativo.

Varado entre pilas de ropa arrugada,
en esta tienda adornada de porcentajes
oscilantes,
estantes desordenados y tallas perdidas,
me armo de valor
y le digo a la encargada
“¿no será esto como una especie de distopía
una suerte de infierno venido a menos,
para el verdadero consumidor,
para el connoiseur exquisito,
para lo selectivo?”

Me mira y sé que no entiende nada
a pesar de tan profesional
(y condescendiente, lo sé) sonrisa.
Lo reconozco: he vuelto a hacerlo,
he vuelto a conjugar
mi tiempo preferido:
ausente de indicativo.

Me aburro y, mientras compras,
parpadeo,
incesantemente
(intento, en realidad,
mejorar los frames por segundo,
mejorar la resolución
con que te admiro)
y con este estúpido movimiento,
junto al cartel de PRADA,
descifro un mensaje semioculto,
vibrante (sé que es cosa mía)
escrito en la letra pequeña y sucia
de las grandes promesas:
dice “WIFI GRATIS”
y me hace pensar en el espectro invisible
que nos envuelve,
en megabytes yendo y viniendo
entre algodón 100% y poliéster y poliamida:
todo ese caudal invisible,
toda esa corriente salvaje,
desaprovechada.

Comprenderás, no puedo evitarlo,
disimulo y saco el móvil, acaricio su pantalla
que ofrece, apenas pixelada,
otra promesa:
un espacio en blanco
y un teclado para formalizar el deseo:
googleo “ZARA” y,
con gran agilidad (he de decirlo)
en un par de (inaudibles) clicks mal contados
elijo un par de pantalones chinos
que son, paradojas industriales,
mitad gallegos, irlandeses,
o, en realidad (extraña palabra),
marroquíes.


Tan cerca y tan a distancia
de ti,
traiciono el mismo lugar
que me ofrece asilo
(y conexión);
me siento un infiltrado,
un topo, un espía contrainteligente:
compro, a distancia,
los mismos pantalones que tú me ofreces
y desplazo a un lado, displicente,
desinteresado,
como un emperador romano
rechaza la ofrenda de un esclavo.

No me lo tomes en cuenta,
sabes que nunca me gustaron las rebajas
(pero no pienses tampoco, ingenuamente,
que una revolución no empieza
siempre por un pequeño detalle,
un revolucionario casi nada).

Lo mio, reivindico,
es un acto de rebeldía.
In absentia
pero rebeldía, al fin y al cabo.